Cuando hablamos de incrustaciones dentales, estamos trayendo a colación un efectivo método de saneamiento para dientes fisurados o fracturados, o que han sido sometidos a un tratamiento de endodoncia.
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La colocación de incrustaciones dentales es llevada a cabo mediante el uso de materiales moldeables que se fijan sobre la parte afectada en el diente, que por lo general suele ser el borde incisal de los molares.
Los materiales que se usan para fabricar las incrustaciones dentales son:
- Incrustaciones de amalgama: Este tipo de incrustaciones fue considerado altamente popularidad hace unas décadas, ya que se trata de un material extremadamente resistente que puede durar incluso toda la vida. Sin embargo, su declive en popularidad tiene dos causales; siendo la primera un tema estético al tratarse de un material muy visible, y la segunda por contener sales de mercurio que, aunque no son tóxicas, pueden tener alguna repercusión en el portador.
- Incrustaciones de composite: Las incrustaciones dentales de composite son, tal vez, la solución más utilizadas en la actualidad, ya que se trata de un material de fácil manipulación y que ofrece un aspecto completamente natural a la zona tratada. No obstante, se trata de un material cuyo índice de desgaste es demasiado elevado, así como la posibilidad de desprenderse. Claro está que, para una solución a mediano plazo, es perfecto.
- Incrustaciones de porcelana: Los especialistas coinciden en que las incrustaciones dentales de porcelana son la alternativa más recomendada gracias a su resistencia y apariencia natural. El promedio de duración de las incrustaciones de porcelana es de 30 años y en la mayoría de los casos es la solución más útil para evitar el uso de coronas dentales.
La diferencia entre una corona y una incrustación, reside en la gravedad de la fisura sobre el diente, siendo las coronas la solución para afectaciones demasiado grandes.