Cuando realizamos una endodoncia, hay que tener en cuenta que no sólo eliminamos el nervio del diente.
Junto a él, y formando el paquete vasculo-nervioso, se encuentran una vena y una arteria, que nutren la pieza. De este modo, al dejar de recibir aporte sanguíneo, el diente se vuelve mucho más frágil y quebradizo.
Para intentar evitar la pérdida de la pieza endodonciada, debemos restaurarla de forma adecuada. Dependiendo de la cantidad de tejido dentario perdido, la restauración puede ir desde una reconstrucción con composite o una incrustación, hasta una funda sobre un perno-muñón colado.
Cuando la pérdida de diente ha sido muy grande, debemos reconstruir y colocar una corona o funda, para evitar fisuras, ya que si sólo endodonciamos el diente y no nos preocupamos de devolverle la resistencia perdida, probablemente meses después sufra una fractura que podrá terminar en extracción prematura del mismo.
Por otro lado una endodoncia no evita que se pueda volver a producir caries. En este caso el diente no nos dará la voz de alarma, ya que, al no tener inervación, no percibiremos dolor alguno.
Por ello, debemos tener una buena higiene bucal y realizar revisiones periódicas, que garanticen el perfecto estado de todos y cada uno de nuestros dientes y sus restauraciones.