Uno de los problemas más comunes de la boca es la inflamación de encías.
Es muy habitual que tendamos a pensar que nuestras encías sangran un poco porque es algo normal, que nos ha venido ocurriendo desde siempre.
Lejos de eso, la inflamación gingival puede llegar a provocar la pérdida de piezas dentarias si no se trata a tiempo.
Tanto niños como adultos pueden sufrir esta enfermedad, si bien es cierto que, generalmente, el problema se agrava al llegar a edad adulta. Desde el momento en el cual percibimos que nuestro cepillo queda manchado de sangre, debemos poner solución.
Si la encía empieza a sangrar, por poco que sea, significa que esa encía está inflamada, debido a un cúmulo de sarro y/o placa bacteriana. Si no lo tratamos a tiempo, esa inflamación pasará al hueso que da soporte a los dientes, haciendo que éste se vaya perdiendo y, por consiguiente, que los dientes se empiecen a mover.
Dependiendo de la fase en la que se encuentre la enfermedad, el tratamiento será diferente, y las revisiones se pautarán de forma distinta. Variará desde una limpieza dental o profilaxis, cuando tengamos una inflamación gingival leve, a una cirugía periodontal, en casos de gran pérdida ósea y movilidad moderada o grave de los dientes, pasando por curetajes o raspajes en estadios intermedios del problema.
Las revisiones deben ser periódicas y durante toda la vida, especialmente en edad adulta. La frecuencia de las mismas dependerá de lo controlado que esté el paciente, pudiendo e necesarias incluso cada tres o cuatro meses.
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Por todo ello tenemos que saber que la periodontitis (fase en la cual ya ha habido afectación ósea) es una enfermedad que no se cura, sino que sólo podemos detenerla con un correcto tratamiento y así tenerla totalmente bajo control. Gran parte del éxito de un tratamiento de encías depende de la constancia en las revisiones y sobre todo de la rapidez a la hora de abordarlo.